“Desperté de ser niño.
Nunca despiertes.
Triste llevo la boca.
Ríete siempre.
Siempre en la cuna,
defendiendo la risa
pluma por pluma.”
Nanas de la cebolla – Miguel Hernández
Son los dos primeros versos de este fragmento los que dan nombre a la exposición de fotografía sobre la que versa esta reseña. Se trata de la octava estrofa del poema más conocido de Miguel Hernández: ‘Nanas de la cebolla’. Un poema que el alicantino escribe tras recibir una carta de su mujer, contándole el hambre que ella y su hijo recién nacido están pasando por culpa de la guerra.
La exposición ‘Desperté de ser niño. Nunca despiertes.’, comenzó el pasado 11 de enero y se prolongó hasta el día 25 de febrero. Tuvo lugar en la Galería Blanca Berlín (c/ Limón, 28) que aprovechó esta exhibición de fotografías sobre niños para celebrar su décimo aniversario, pues se considera que al cumplir diez años, uno sigue en plena infancia. Siendo muy significativa la presencia de algunas fotografías del español Ramón Masats, que fue el pionero en presentar algunas de sus obras en la apertura de esta galería.
‘Desperté de ser niño. Nunca despiertes.’ ofrece un gran número de fotografías pertenecientes a cinco de los principales representantes de la historia de la fotografía española: el ya nombrado Ramón Masats, Cristóbal Hara, Eugeni Forcano, Gabriel Cualladó y Nicolás Muller. Todos ellos ganadores de galardones tan importantes como el Premio Nacional de Fotografía, el Premio Europa de Fotografía, el Premio Bartolomé Ros o el Premio PhotoEspaña.
Las imágenes expuestas se encuadran dentro de la fotografía humanista, movimiento que tiene como objetivo principal remarcar la figura del ser humano en las fotografías. Así, resulta ser una selección de fotografías de niños de entre los años 1935 y 1955, tomadas tanto en diversos pueblos de España (de Madrid, Cádiz, Salamanca, Barcelona) como en otros países (Francia, Hungría, Marruecos, Guinea)
En consonancia con esta exposición, las demás salas de la Galería Blanca Berlín (que presentan trabajos de Isabel Muñoz, Michèle Maurin, Juan Carlos Vázquez, Luis González Palma, Martín Chambi y Jaime Compairé) también están ambientadas y dedicadas a la infancia. La galería, además de presentar exhibiciones temporales, cuenta con un gran fondo de imágenes permanentes.
LA EXPOSICIÓN POR AUTORES.
Ramón Masats.
1.
2.
3.
4.
5.
1. Medina Sidonia, Cádiz. 1959
2. Primera Comunión en Guinea, 1962
3. Andújar, 1960
4. Mercado de San Antonio. Barcelona, 1955
5. Madrid, 1959
Estas son algunas de las fotografías de Ramón Masats que forman parte de la exposición. Son fotografías en blanco y negro realizadas entre 1955 (la más temprana) y 1962 (la más tardía). Fechas muy significativas tanto para las realizadas en España (1, 3, 4, 5), pues nuestro país se encontraba en época de postguerra, bajo el régimen dictatorial del general Francisco Franco; como para la restante (2), hecha en Guinea en 1962, cuando el país era aún una colonia española -pues no fue hasta diciembre de 1963, que obtuvo su independencia pasando a llamarse Guinea Ecuatorial-.
Ramón Masats pertenece a una generación extraordinaria de fotógrafos españoles que, en los años cincuenta, situaron la fotografía española en la modernidad. Masats tiende a buscar lugares vacíos en los que aparentemente no pasa nada, pero sabe retratarlos de tal manera que sus imágenes esconden mensajes subliminales, o “guiños”, que permiten al público descubrir ciertos datos. Por ejemplo, en la fotografía número 3 se muestran dos niños jugando con lo que parece ser una cometa. A simple vista es algo normal, pero yendo más allá, podemos ver la calidad y simpleza de los juegos con los que se divertían los infantes tras la postguerra y compararlos con las consolas, ordenadores, tabletas, etc. con las que juegan los niños hoy en día. No solo refleja el inexistente avance de la tecnología sino la pobreza, pues las cometas estaban hechas manualmente por los propios niños, o sus padres, con trozos de tela sobrantes, no como las cometas de ahora que se compran en tiendas de juegos y son coloridas y de materiales más sofisticados.
En una entrevista publicada en El País, a Masats se le preguntó qué recordaba de la guerra civil, a lo que respondió: “Mi familia tenía una tienda de bacalao, y hambre no pasábamos, pero veíamos cómo vivía la gente. En los bombardeos, los vecinos venían a refugiarse al sótano de la tienda. Ahí sí me asustaba mucho”. Quizá sea ese recuerdo de miedo y temor lo que le haya llevado a elegir la niñez en la postguerra como uno de sus temas favoritos para la fotografía.
La fotografía de este autor toma un camino que, a mi parecer, es complicado. Retrata lo cotidiano, lo común, lo “normal”… pero buscando darle un toque de distinción. Y darle ese toque de distinción a algo que se caracteriza precisamente por ser corriente, no es tarea fácil. Aunque refleja la realidad, lo hace de una manera característica porque si no sería aburrido. Su fotografía podría considerarse neorrealista, ya que busca la espontaneidad. Masats es “un robador de imágenes”.
De las fotografías incluidas en el trabajo, además de la 3, me ha llamado especialmente la atención la imagen 5. En ella, varios niños y niñas de diferentes edades están dados de la mano, en una fila y a la cabeza, un cura que seguramente sea el profesor de todos ellos. Nos encontramos en Madrid, capital española, en 1959. Los personajes parecen estar en un descampado que posiblemente sea un patio de colegio. Es un descampado descuidado, austero, pobre… como las ropas de los niños y como la España del momento. En una misma clase podía haber niños de todas las edades, aprendiendo diferentes materias y con distintos niveles de conocimiento. No había recursos para tener un profesor de cada asignatura ni cada curso.
Biografía.
Nacido en Barcelona en 1931, Ramón Masats es un fotógrafo español cuyo interés por el mundo de la fotografía comenzó cuando realizaba el servicio militar, donde aburrido descubrió la revista Arte Fotográfico.
Comenzó interesándose por el reportaje con un primer trabajo sobre Las Ramblas. Cuatro años más tarde, recorrió España trabajando como reportero para la revista Gaceta Ilustrada, ingresó en el Grupo AFAL, y junto a otros fotógrafos creó el grupo La Palangana. Entre 1958 y 1964 trabajó para diferentes revistas: Gaceta Ilustrada, Mundo Hispánico, Arriba o Ya. Posteriormente, se alejó de la fotografía para dedicarse a la realización de documentales para TVE, hasta que más tarde regresó a esta y desde entonces ha publicado diversos libros y realizado trabajos para empresas e instituciones.
Masats ha ganado una serie de premios entre los que destacan el Premio Ibarra al Libro Mejor Editado por Los Sanfermines (1963); el Premio Bartolomé Ros a la Mejor Trayectoria Profesional (2001); el Premio de Cultura de la Comunidad de Madrid (2002); y el Premio Nacional de Fotografía (2004).
En la exposición ‘Desperté de ser niño. Nunca despiertes.’, se han recapitulado y presentado una serie de imágenes de este autor captadas en diferentes momentos del siglo XX, libres de engaños y caracterizadas por la naturalidad, la espontaneidad y la sencillez que definen a Masats.
Cristóbal Hara.
1. El Pedernoso, 1971
2. Cuenca, 1970
3. Cuenca, 1971
4. Cuenca, 1971
Aquí he recopilado cuatro de las fotografías de Cristobal Hara que ofrece la exposición. Todas son de 1970 y 1971 y están en blanco y negro.
Cristobal Hara es un autodidacta de la fotografía que explicó en una entrevista a Clavoardiendo Magazine que “a base de hacer fotografía de calle, aprendí a hacer fotos”. Y efectivamente, podemos ver que la mayoría de sus fotografías tratan temas cotidianos, de la calle.
Hara muestra predilección por los lugares pequeños, huye de las grandes ciudades, pues el manejo de estas zonas hace que el espectador pueda meterse fácilmente dentro de la foto. Aquí todas sus fotos están hechas en Cuenca.
Estas cuatro imágenes, y prácticamente en todas las que forman parte de ‘Desperté de ser niño. Nunca despiertes’, están protagonizadas por niños. En ellas, el madrileño refleja en sus la naturalidad, la espontaneidad y la simpatía de los pequeños usando la ironía y el humor.
La primera fotografía es de un niño jugando al balón que corre tras él. Representa movimiento, se ve perfectamente como el niño corre a toda velocidad, tanto por la cara de este como por la pelota. Además, da la sensación de que está a punto de caerse.
La imagen 2 me resulta muy tierna. Un hombre está de pie en la barra de un bar tomando algo con otros señores, mientras un niño pequeño –intuyo que su hijo- de unos 2 o 3 años duerme sobre su hombro. Es muy característico de los niños pequeños que a pesar de los ruidos, del barullo, son capaces de dormir si están cansados.
En la imagen 3, mi preferida de todas las de Hara, se ve a dos niños jugando al escondite. Me gusta ver la inocencia de la niña, contando hasta 10, 50 o 100 (quién sabe) para que el niño se esconda. También me gusta ver la picardía del niño, que se encuentra tras la puerta con mirada pillada como esperando a que su amiga termine de contar para gritar “por mí”.
En la última foto de todas, la 4, tres niños están tras un cristal jugando a poner carantoñas. El de la izquierda, el que parece ser menos travieso de todos, se limita a sonreír. El de la derecha, con un cucurucho en la cabeza, pone caras graciosas. El del medio, el más pillo, se atreve a estampar su nariz contra el cristal y ponerse bizco. Hara consigue aquí captar algunos rasgos de la personalidad de los chicos y plasmar la falta de vergüenza y las ganas de jugar de los críos.
En lugar de enseñarnos lo que creemos querer ver, Hara nos muestra lo que no vemos cuando miramos, poniendo el acento en lo que se encuentra muy por encima de aquello que sucede. Su fotografía está hecha desde dentro, son instantáneas de España que reflejan la historia y cultura de este país. Esto le confiere a las imágenes de Hara un valor propio, pues su obra muestra una cara nunca antes presentada de nuestro país.
Biografía.
Cristóbal Hara es un fotógrafo español que nació en Madrid en 1946. Aunque los primeros años de su vida los vivió fuera de España (en Filipinas y Estados Unidos), a los ocho años regresó y fue internado en un colegio jesuita de Valladolid, un colegio de aquella España franquista, donde la dictadura y la religión marcaban el día a día. Es posible que sea este uno de los motivos por los que siempre tuvo interés por "hacer fotografía española, basada en una tradición pictórica y cultural española", según ha señalado en alguna ocasión.
Tras estudiar Derecho y Dirección de Empresas, en 1969 decidió dedicarse a la fotografía. Sus primeras fotos fueron en blanco y negro, con un estilo clásico. En 1985, comenzó a experimentar con el color y fue cuando encontró su camino. Hara siempre había querido ser fotoperiodista -no tanto por los temas sino por su entusiasmo por el propio lenguaje fotográfico-, lo que le llevó a una crisis que se resolvió en cuanto empezó a utilizar el color, puesto que las fronteras entre realidad y ficción dejan de ser nítidas.
Al igual que Ramón Masats, Hara buscó una manera de fotografiar diferente, tratando de evitar la forma “correcta” y buscando su propio lenguaje; lo cual le ha dado un estilo particular y reconocible. Para el madrileño, “lo importante de un buen fotógrafo es lo que hay previo a la fotografía, lo que él aporta a la situación fotográfica”.
Su obra está presente, entre otras, en colecciones de instituciones como el Stedelijk Museum de Ámsterdam, Art Institute of Chicago, Museo Reina Sofía de Madrid y el Victoria & Albert Museum de Londres.
Gabriel Cualladó
1. Nena en el camino, 1957
2. Sofía de espaldas, Madrid, 1995
3. Chico con ramo de flores. Plaza Mayor, Madrid, 1959
‘Nena en el camino’, ‘Sofía de espaldas’ y ‘Chico con ramo de flores’ son los títulos de las tres fotografías
de Gabriel Cualladó que he elegido, pues son las que más han llamado mi
atención.
Cualladó fue participante en el
movimiento de renovación de la fotografía en España en la segunda mitad del
siglo XX. En sus fotos busca romper con la estética del momento, pone un
especial ímpetu en la renovación.
Además, crea un universo nostálgico y
cargado de misterio.
Las tres fotos elegidas, reflejan la realidad tal y como es, son documentales. El valenciano huye del
pictorialismo (movimiento que pretende que la fotografía alcance ese valor tan
importante que tenían la pintura y la escultura y, para ello, usa técnicas y
efectos como la goma bicromada, el bromóleo o el desenfoque).
Podría decirse que todas estas
imágenes se caracterizan por una visión
humanista. A Cualladó le interesa fotografiar a gente anónima. Son fotos en
las que se ve la pureza y la sencillez.
La primera fotografía es,
ante todo tierna. Una niña de dos
tres años anda por un camino de piedras, no se sabe si perdida o acompañada. En
ella se ve tristeza, pobreza y
austeridad.
La segunda foto muestra lo
presumidas que pueden ser las niñas
desde bien pequeñas. La nena se sujeta el sombrero, blanco como su vestido,
como su chaqueta. El blanco es un color que representa pureza y las niñas
pequeñas han de ser puras, según la
concepción de la sociedad.
La última de todas
representa a un niño llevando flores. Causa intriga pues no se sabe si las flores son para su madre, para su
abuela o para la chica que le gusta. Además es una foto llena de amor, el niño parece tener pocos
recursos y aun así gasta su dinero en flores.
Biografía.
Gabriel Cualladó es un fotógrafo valenciano nacido en Massanassa, 1925, cuyo fallecimiento tuvo lugar en Madrid de 2003. Al igual que Ramon Masats, formó parte del Grupo Afal y del movimiento de renovación de la fotografía en España en la segunda mitad del siglo XX.
Para Cualladó, la fotografía no fue más que un hobby, nunca vivió de la fotografía en sentido estricto, pues su verdadero trabajo estaba en la empresa de transportes de su tío. Pero fue un hobby muy importante para él y al que dedicaba gran parte de su tiempo. Realizó sus primeras fotografías a su primer hijo junto a sus amigos con una cámara "Capta". Desde allí se inició su interés por la fotografía y realizó un aprendizaje autodidacta para el que se asesoraba con revistas como "Arte Fotográfico".
En 1956 entró en la Real Sociedad Fotográfica. Dos años después, junto con Cantero, Gómez, Vielba, Masats y Ontañón, formó parte del grupo La Palangana.
Entre los premios que ha recibido se encuentran el Premio Europa de Fotografía, el Premio Alfons Roig, el Premio Nacional de Fotografía del Ministerio de Cultura (siendo el primer galardonado con este en 1994) y Medalla de Oro del Círculo de Bellas Artes de Madrid (1998).
Nicolás Muller.
1. Dos niñas en la fuente. Marruecos, 1942.
2. Madre con niños. Marruecos 1944.
3. Mocoso marroquí. Marruecos, 1942.
4. Niños húngaros. Hungría, 1936.
5. Tres niñas húngaras. Hungría.
Las cinco fotografías de Nicolás Muller elegidas, son fotografías humanistas que buscan retratar las clases sociales más desfavorecidas. Caracterizadas por ser directas y expresivas, dan valor a lo cotidiano. Es una especie de testimonio de la realidad transformado en arte. Quizá todos estos rasgos sean definitorios de la fotografía de Muller.
Algunas muestran melancolía, otras compromiso con la sociedad o denuncia de esta, reflejo de las pésimas condiciones sociales y la pobreza… Pueden resultar bruscas y duras para la sensibilidad del espectador, pero es que Muller quiere reflejar la realidad tal cual es, no quiere “pintar de rosa algo que es negro”. Esto hace que el espectador se sienta en parte culpable por estar viendo lo que sucede, las injusticias que existen, y no hacer nada. Pero a la vez, le hace sentirse solidario gracias a la empatía que las imágenes permiten establecer con los protagonistas de estas.
En el caso de las fotos de esta exposición, son niños que sufren pobreza, explotación, trabajos en malísimas condiciones, vidas en lugares hostiles… Es importante que se muestre la cara oculta de la realidad, pues la mayoría de los fotógrafos prefiere decantarse por lo “bonito” y lo “bello”, como si quisieran ocultar la cruda realidad.
Las tres primeras imágenes tienen como escenario Marruecos. Siendo diferentes, son iguales. Todas representan la pobreza y la miseria que padecía, y que a día de hoy, padece el país. Son imágenes comprometidas que usan la cámara como un arma para documentar la realidad, documentar la realidad sin filtros ni efectos. Se trata de una especie de “documentalismo”.
Las imágenes 4 y 5 están tomadas en Hungría. La predilección por este país es obvia pues el fotógrafo nació y se crio allí. Fue en este país donde comenzó a dar rienda suelta a su creatividad, donde tuvo el primer contacto con las cámaras y donde llevó a cabo sus primeras tareas fotográficas. Ambas reflejan también una infancia de pobreza y miseria.
Biografía.
Nicolás Muller fue un fotógrafo húngaro (Orosháza, Hungría, 1913 – Andrín, Asturias, 2000), que estuvo muy influido por las teorías constructivistas de la época.
Desde que a los 13 años le regalaron una máquina de fotos, Muller recorrió su país para dejar testimonio de los millones de húngaros que vivían en condiciones miserables. Posteriormente, mientras estudiaba Derecho y en Ciencias Políticas en la Universidad de Szeged, pasó a formar parte de un grupo que tenía sus mismas inquietudes, al que terminaron llamando ‘Los Descubridores de Aldeas’. Con ellos editó una serie de libros bajo el título de Descubrimiento de Hungría, ilustrados con sus fotografías. Después realizó un viaje a Portugal, donde tuvo problemas con la justicia por llevar una cámara y dedicarse a fotografiar a la gente humilde, siendo detenido por la policía de la dictadura de Salazar.
Durante su vida, colaboró con los diarios Informaciones, Arriba y ABC y con la revista Semana. Hizo también fotos para National Geographic y sobre todo para Mundo Hispánico.
Al final de sus días, tuvo ciertos reconocimientos, tanto en España como en su Hungría natal. Un ejemplo es que, con motivo del centenario de su nacimiento, la Sala Canal de Isabel II de Madrid presentó en 2013 la exposición ‘Nicolás Müller. Obras maestras’.
Eugeni Forcano.



1. ¿Cómo entender la muerte tan temprano? 1963.
2. La inocencia de la ventana, 1965.
3. Pasión por la lectura, 1962.
He elegido estas tres imágenes de Eugeni Forcano porque son las que más me han gustado y las que me parece que mejor representan su fotografía. Una fotografía que mira con pasión sagacidad e ironía todo aquello que le rodea, en la que –ante la técnica y composición- prima la emoción. Parece que los personajes de sus imágenes hablan, te dicen cómo se sienten, qué piensan o incluso qué quieren.
La primera de ellas, titulada “¿Cómo entender la muerte tan temprano?”, muestra a un niño de unos seis años, aproximadamente, en un cementerio. Está solo frente a lo que parece ser la tumba de alguien; quien sabe si una abuela o abuelo, si su padre que ha muerto a causa de la guerra, si su madre que falleció por una enfermedad… Me provoca tristeza, en parte por estar ante una tumba, ante la muerte; y en parte porque está solo está enfrentándose a un duro momento totalmente solo, siendo un niño de corta edad. Los tonos blancos y negros se deben a que aun no existía la fotografía el color, pero acompañan totalmente la escena, un momento gris o incluso negro.
La segunda fotografía refleja, como dice su título, la inocencia. La inocencia de los niños, las ganas de aprender, su curiosidad, el “por qué” de las cosas. Dos niñas y un niño observan la calle y comentan lo que en esta sucede. Bien algo fuera de lo normal, no se sabe qué está pasando en la escena, o bien cosas cotidianas de la gente que pasea.
La tercera fotografía es quizá mi preferida, no de Forcano, sino de toda la exposición. En blanco y negro vemos a cinco niñas y un niño sentados en un escalón leyendo cada uno una revista. No se sabe si es la misma revista o son revistas diferentes, pero todos y cada uno de ellos se encuentra absorto en la lectura. Me gusta que sean niñas, futuras mujeres, las que leen. Que se informan, que tienen curiosidad, que quieren aprender. Y también me gusta que entre todas ellas haya un niño, porque la sociedad tiende a dividir niños y niñas, a que las niñas juegan con muñecas y los niños con un balón, olvidando que todos los juguetes son válidos para ambos sexos. Es bueno que los niños, desde bien pequeños, se relacionen con su mismo sexo y con el contrario, que se nutran de lo que ambos pueden aportarle.
Biografía.
Eugeni Forcano es un fotógrafo español nacido en Canet de Mar, en 1926. Aprendió fotografía de manera autodidacta y en 1959 comenzó a presentar sus trabajos en salones fotográficos. Un año después empezó a trabajar para la revista Destino. Posteriormente, colaboró con diferentes medios impresos como la Editorial Seix Barral, la Agencia France Press, la revista Dom, etc. En 1949 se hizo socio de la Agrupación Fotográfica de Cataluña. En los años setenta inicia su actividad en la fotografía publicitaria y de moda.
En 2012 recibió el Premio Nacional de Fotografía, aparte de otros múltiples reconocimientos, varios de ellos de su provincia natal.
Todos sus trabajos se encuentran entre el periodismo fotográfico y el virtuosismo técnico, en un estilo que se sitúa entre el simbolismo y el surrealismo. Forcano ha practicado desde la ilustración, la moda y la fotografía creativa, hasta el reportaje; contribuyendo a la renovación en la fotografía catalana.
VALORACIÓN PERSONAL.
La elección de esta exposición se debe a tres motivos. El primero de ellos es que ya conocía a uno de los fotógrafos, Ramón Masats, por su exposición ‘Ramón Masats. Color.’, que tuvo lugar también en la Galería Blanca Berlín en 2007. Fue una exposición que me dejó impresionada y la oportunidad de volver a ver el trabajo de este autor me pareció estupenda.
Precisamente, es por ello que la presencia de Masats es realmente significativa en esta ‘Desperté de ser niño. Nunca despiertes’, pues con él se inauguró hace 10 años (con la exposición ‘Ramón Masats. Color.’ Ya mencionada) la Galería Blanca Berlín.
En segundo lugar, como amante de la poesía, siento que el poema ‘Nanas de la cebolla’ de Miguel Hernández es un poema muy peculiar, con mucha historia y representativo de la Guerra Civil española. Siempre he pensado que la poesía de Miguel Hernández es única, y ese poema es especial.
La tercera razón es que me encantan los niños y me pareció acertado poder ver cómo los representaban estos fotógrafos. Resulta curioso comparar los hobbies de los niños de antes con los de ahora. Antes disfrutaban más de la calle, jugando a la pelota, al escondite, al pilla-pilla o simplemente hablando. Ahora esos juegos apenas llaman la atención y prefieren quedarse en casa con la consola.
Respecto a la impresión que me ha causado la exposición, he de decir que no me ha defraudado en absoluto. Se trata de una recopilación de imágenes que reflejan con sensibilidad la tierna mirada de la inocencia, la espontaneidad, la expresividad… Podría decirse que, de algún modo, siendo la fotografía un arte “mudo”, estas imágenes hablan por sí solas a través de las lágrimas, los juegos, las risas, etc.
Los cinco artistas cuyas obras componen la exposición, buscan ir más allá. Relatan la realidad sin filtros, sin manipularla, dejando ver lo que se esconde tras cada mirada, cada gesto, cada ropa o paisaje, etc.
La elección del poema de Miguel Hernández para dar título a la exposición es muy acertada. Los cinco fotógrafos han “despertado” ya del sueño que es la infancia, se han hecho adultos. Avisan a los protagonistas de las imágenes de lo bella que es la etapa que están viviendo y les advierten de que el mundo adulto es más complejo.
La fotografía permite congelar momentos, sean buenos y malos. Es una forma de guardar aquello que nos gusta, de capturar un momento que desaparecerá para poder verlo, posteriormente, todas las veces que queramos. Aquí reside la magia de la fotografía. Aquí es donde el nombre de la exposición da a entender que, gracias a las fotos hechas por los cinco fotógrafos, la infancia es un sueño del que nunca se despierta si queda capturada y se puede revivir.
Se trata, en definitiva, de una buena reflexión gráfica sobre la infancia que permite recordar momentos y revivirlos. Asimismo, nos invita a meternos en los cuerpos de los infantes retratados y ver el mundo desde su punto de vista. Por unas horas he vuelvo a sentirme en la piel de la niña que fui. Creo que esto es precisamente lo que los cinco autores de las fotografías expuestas pretendían, además de reflejar la pobreza de la época en que las imágenes están tomadas.